Las traducciones y el dominio de los idiomas en la enseñanza superior de la Musicología: una perspectiva española

El latín y el italiano son los idiomas más importantes para la Historia de la Música española. Los estudiantes de Musicología en España deberían conocerlos bien para entender los principales problemas de la tradición histórica de la que serán profesionales. Por desgracia, con frecuencia esos problemas se estudian y se explican a través de manuales escritos en inglés, que son los que más se traducen al español. En estos libros encontramos la paradoja de que textos originalmente escritos en latín y en italiano se vierten al español desde las traducciones al inglés. 

Para hacer que mis estudiantes de «Música del Barroco» reflexionen sobre esta cuestión y sobre la importancia de enfrentarse a textos musicales y musicológicos en lenguas extranjeras, desde este curso he decidido practicar el método que inventó Borges para aprehender la Comedia de Dante cuando no sabía italiano. Lo explica en Siete noches (1980): a partir de una edición bilingüe (¡italiano-inglés!) «leía primero un versículo, un terceto, en prosa inglesa; luego leía el mismo versículo, el mismo terceto, en italiano; iba siguiendo así hasta llegar al fin del canto. Luego leía todo el canto en inglés y luego en italiano». Es un método fantástico para entender los madrigales de la seconda pratica y cualquier género de poesia per musica, donde el texto es dueño y comandante del revestimiento sonoro. Requiere tiempo, pero, siempre que se logre una buena traducción, es mucho más eficaz que cualquier explicación anglosajona. Y, sobre todo, mucho más cercano para un estudiante de lengua madre derivada del latín.

El propio Borges invoca a Cervantes cuando en el Quijote «dice que con dos ochavos de lengua toscana uno [i.e., uno que sabe español] puede entender a Ariosto». En esto no estoy de acuerdo con Cervantes: esos dos ochavos, es decir, dos monedas de ínfimo valor, son fructíferos solo si se poseen varios millones de latín: una fortuna que probablemente el ingenioso escritor daba por descontada, pero hoy totalmente devaluada, cuando no despreciada. Borges comparte la opinión cervantina, subrayando «la semejanza fraterna del italiano y del español», para explicar que la comprensión de la Comedia y de Ariosto apenas le costó trabajo. Sin embargo, Caín y Abel también fueron fratelli y de la fraternidad al fratricidio hay menos de dos ochavos de diferencia.

Por desgracia, la traducción al español de textos académicos italianos se confía, a menudo, a traductores profesionales no necesariamente versados en la materia sobre la que trabajan. Los resultados suelen ser nefastos. Por ejemplo, en la traducción más difundida de Come si fa una tesi di laurea de Umberto Eco (Milano, Bompiani, 1977), la figura del «relatore di tesi», el director de la tesis, se traduce por una acepción errónea: «el ponente», porque el relatore es también quien hace una ponencia en un congreso. Esta traducción vuelve incomprensibles frases como la siguiente: «una tesis hecha en el último momento obliga al ponente a hojear rápidamente los capítulos o directamente el trabajo ya terminado» (U. ECO, Cómo se hace una tesis, Barcelona, Gedisa, 2014, p. 36).

El caso más grave de mala traducción en el ámbito musicológico es el volumen sobre el siglo XVII de la Storia della musica de la Società Italiana di Musicologia, escrito por Lorenzo Bianconi (Il Seicento, Torino, EDT, 1991; traducción española de la ed. original de 1982: Madrid, Turner, 1986), donde las muestras de que el traductor no entendió nada de lo que leía se encuentran en cada página. Pondré solo un ejemplo banal: cuando Bianconi se refiere a la «latitanza da queste pagine di Samuel Friedrich Capricornus» (p. xiv), es decir, la ausencia total de este compositor en el libro, el traductor elige una incomprensible «presencia latente» que aniquila toda la ironía del original. La latitanza es el estado en el que se encuentran los huidos de la justicia. Un término que no tiene equivalente fraterno en español y que es necesario interpretar más allá de su literalidad. En este contexto, sugiere que la Historia de la Música es un proceso judicial, el historiador, un juez que lo instruye, y el libro la sentencia resultante. La ironía de Bianconi puede entenderse, en el fondo, como una reflexión historiográfica bellísima además de una invitación a indagar los motivos que obligan a Capricornus a escapar de la acción de la justicia-historia.

En conclusión: es deseable que los estudiantes universitarios desarrollen bien la competencia lectora de textos en otros idiomas, y que no se dediquen monolíticamente a estudiar una sola lengua. Que las traducciones no sean un fin, sino un medio para la mejor comprensión de los argumentos. Un medio que debe ser usado con todas las cautelas críticas. En una disciplina minoritaria como la Musicología, esta es una necesidad imperiosa.

José María Domínguez

Profesor Ayudante Doctor

Departamento de Musicología – Universidad Complutense de Madrid

1 commento

  1. Antonio Illán Illán

    Es correcto lo que afirma el profesor Domínguez sobre las traducciones (malas) de tratados o cualquier tipo de texto musicológicos realizadas por traductores que no entienden los códigos y el léxico de la música, Lo que ya veo más difícil es que se pueda aplicar de una forma general con éxito el método de Borges. Los alumnos debieran ser en principio parejos a Borges, cuyo dominio del inglés era igual o mayor que el del castellano y cuya experiencia con las lenguas clásicas está más que demostrada. Deseo suerte al profesor Domínguez con la experiencia borgiana y ya nos contará las conclusiones; las espero con verdadero interés.

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